Sus padres, Cherie y Tom, dejaron su casa de Estados Unidos continental para mudarse a Hawai y hacer realidad sus deseos de poder dedicarle más tiempo a su gran pasión. Tuvieron dos hijos, Noah y Timothy, y a la benjamina Bethany, que nació el 8 de febrero de 1990 en Lihue, en la isla de Kauai.
Con tan solo 8 años
participó en el Torneo Rell Sun en la isla de Oahu ganando las dos
competiciones en las que participaba: la de shortboard (tabla corta) y la de
longboard (tabla larga), ambas disciplinas para niñas de entre 7 y 9 años. Era
desafiante, valiente y arriesgada. Buscaba siempre las mejores olas para
superar a sus rivales pero sobre todo para superarse a sí misma. Ya por aquel
entonces apuntaba maneras convirtiéndose en la niña prodigio que llegó a ser, consiguiendo
que Rip Curl, unas de las marcas más conocidas en el mundo del surf, se fijara
en ella para patrocinarla en el año 1999. Al año siguiente, se inscribió en el
campeonato anual de Haleiwa Menehune ya como profesional gracias a este
patrocinio. Ganó las pruebas de chicas de menos de 11 años y chicas menores de
15, además de quedar segunda en la mixta menores de 12 años. Con solo 13 años,
ya figuraba segunda en el ranking estadounidense de surfistas en su categoría,
menores de 18 años. Toda una proeza al alcance de muy pocos.
EL ACCIDENTE DE BETHANY
El 31 de octubre de 2003 quedará grabado para siempre en el recuerdo de Bethany. Mientras ella y su amiga, Alana Blanchard, también surfista profesional, estaban haciendo surf en la playa de Kauai, un tiburón tigre le atacó arrancándole de cuajo su brazo izquierdo por debajo del hombro. La rápida actuación de Byron y Holt Blanchard (hermano y padre de Alana) que también estaban allí presentes de sacarla del agua y llevarla al hospital, evitó que Bethany se desangrara, dado que llegó a perder hasta un 60% de sangre de su cuerpo.
Bethany, que por aquel entonces tenía 13 años, nunca perdió la fe en Dios, y mucho menos sus ganas de volver a surfear. Lejos de autocompadecerse por la pérdida de su brazo, analizó la situación, la aceptó y la normalizó. Esto impidió que aquel trágico accidente se convirtiera en un trauma para ella. Dicho por ella misma: “Mi pasión por el surf es mucho más grande que mi miedo a los tiburones”. Sólo 4 semanas después, volvió al mar con su tabla. Tenía un nuevo reto ante sí: aprender a nadar con un solo brazo y ponerse de pie en la tabla cuanto antes. Para ello, se adaptó una tabla hecha a mano más gruesa y sencilla de utilizar. Su padre, ideó un asa en la parte delantera de la tabla para que Bethany pudiera realizar la maniobra del pato, que consiste en sumergirse por debajo de las olas para que éstas no chocaran contra ella y no perder así el equilibrio.
En menos de un año, Bethany estaba de nuevo compitiendo, quedando quinta en la competición de mujeres divisional. Por ello recibió el premio ESPY, galardón recibido al mejor regreso de un deportista. En 2005, con 15 años, quedó en primer lugar en el campeonato que siempre quiso ganar, el de la NSSA (Asociación Nacional Escolástica de Surf). Ha participado desde entonces en numerosos torneos de la ASP (Asociación Profesional de Surferos), así como en demostraciones mundiales de surf, donde su mayor logro es haber quedado en segundo lugar en el campeonato mundial junior de la ASP en 2009. Ese mismo año debutó en una ola tan temible y mítica como la de Jaws, en la isla de Maui, lo que le sirvió para ser candidata a los premios más prestigiosos de la disciplina más extrema del surf.
Recientemente ha anunciado que en 2020 competirá a tiempo completo en el Qualifying Series, con el único objetivo de clasificarse para el Circuito en 2021.
VIDA PERSONAL
En 2013 se casó con Adam Dirks y tuvieron dos hijos, Tobias en 2015 y Wesley Phillip en 2018. A pesar de sus dos embarazos, Bethany no ha dejado de surfear en ningún momento. “Surfeé suave hasta los 8 meses de embarazo, y en el último mes sólo entré en el mar para nadar. Tras el parto estuve alrededor de 5 semanas sin hacer surf”, según sus propias palabras.
En 2004, Bethany quiso plasmar su historia en un libro autobiográfico titulado Soul Surfer: a true story of faith, family and fighting to get back on the board (Alma de surfista: una historia real de fe, familia y lucha para regresar a la tabla).
En 2011, se llevó a la gran
pantalla. La peli, titulada Soul Surfer (Alma de surfista) llegó a ser un éxito
de recaudación en la primera semana, teniendo muy buena crítica por ser una de
las mejores de surf. Ella misma se encargó de doblar sus propias escenas sobre
la tabla.
En 2019, se estrenó un
documental llamado Bethany Hamilton: Unstoppable (Imparable) en el que se narra
en primera persona su vida y pasión por el surf, culminado la cinta cabalgando
la ola tan temible y ansiada por los amantes de este deporte, la Jaws,
mostrando así su capacidad de superación y fuerza de voluntad para conseguir lo
que siempre se propone.
En 2020, Mike Coots (superviviente
de un ataque de tiburón que ayudó e inspiró a Bethany después de su accidente),
y su marido Adam Dirks, crearon una fundación, Friends of Bethany, donde
se brinda apoyo a víctimas de ataques de tiburón y amputaciones traumáticas.
El legado que Bethany nos
deja a través de su libro y películas, nos muestra una historia plagada de
lecciones: superar los miedos después del ataque del tiburón, capacidad de
superarse cada día a pesar de sus limitaciones, perseverar en esa causa a base
de caerse y levantarse de nuevo con más ganas si cabe de intentarlo, fuerza de
voluntad para levantarse todas las mañanas y ponerse a trabajar y sobre todo
tener fe (ella la tuvo en Dios) para que sus fuerzas no flaquearan en ningún
momento. Nada ha sido imposible para ella porque quien tiene un qué, tiene un
cómo. Nada ni nadie iba a impedir que Bethany luchara por sus sueños: llegar a
ser surfista profesional. Ha conseguido más que eso: ser la Reina de los mares.







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